viernes, 2 de noviembre de 2012

Trabajo de lengua.


Cuando mi padre falleció, mi hermano y yo discutimos por el trono que heredamos. Ambos queríamos tener el poder del reino, pero él no lo merecía, iba a destrozar todo aquello que mi papá había construido. En cambio yo quería que el reino siguiera siendo el mismo de siempre.
  Mi madre estaba muy enferma y demasiado dolida por la muerte de mi padre, como para ocuparse del tema. Detestaba la idea de que sus hijos se enfrentaran por un pequeño reino, en cambio yo necesitaba gobernar y seguir viendo a los habitantes en buen estado por el pedido que me había hecho mi padre antes de morir.
   Simón (mi hermano) tenía la idea de gobernar para obtener mucho dinero, y realizar cambios que pensaba que mi padre debía haber hecho. Uno de esos cambios era hacer que los habitantes pagasen tributo a su gobernante, que todas las mujeres trabajasen para él.
   Tras ver a mi madre en tal mal estado por nuestra culpa, decidí apartarme de ese problema y dejar a mi hermano con todo el poder que algún día fuera de mi padre y que tanto amo. Unos años después me mudé del país con mí querida esposa y mi hijo, por miedo a que mi hermano nos hiciera alguna maldad.